No tiene solución.



Este artículo iba a titularse "mala leche" que es exactamente el estado que se le queda a uno cuando ve cómo se echa a perder un partido por una decisión arbitral errónea, primero porque no fue penalti y segundo porque la norma penalti-expulsión al parecer no existe y queda al criterio del árbitro que es como decir depende del escudo.

Habría que estar en las mentes obtusas que manejan los medios, el estamento arbitral, la LFP, etc. para saber en qué momento uno tiene que dejar de molestar, no despistar a los adultos que hablan de cosas de mayores y seguir con tus juguetitos de 4º clasificado.

Y sí, en otras ocasiones hemos sido beneficiados por justicia poética o por eso que llaman ley del fútbol, pero el tema que sobrevuela Nervión es, cómo es posible que en unos cuantos meses se unan: amenazas de cierre, más multas por insultos, la bandera de Pamplona, la paliza a sevillistas en Barcelona y lo del domingo, todo ello untado con mentiras, descalificaciones, faltas de respeto y una caterva de menosprecios que dudo que se las hicieran a los del norte.

Pero nosotros siempre fuimos muy de ir contra el sistema (los aficionados, porque los dirigentes siguen votando a Tebas, que es como elegir al zorro para que cuide las ovejas) y ahora que Sampaoli es de Podemos nos hemos metido en la cabeza el importunar lo más posible y sacar de quicio al monstruo de presupuestos estratosféricos y estos son los daños colaterales: mala fama y odio.

Aunque mucho cuidado con todo esto, porque puede llegar el día en que nos engullan los fantasmas de la conspiración y veamos expulsiones donde hay fallos defensivos (6 goles hemos recibido entre Osasuna y Espanyol) o penaltis inexistentes donde hay falta de pegada.

Haríamos bien en equilibrarlo todo, sosegarnos y seguir escribiendo otra página histórica. Luchar contra los elementos te hace más fuerte, defender lo tuyo más orgulloso, saber hacer autocrítica es lo que te hace invencible.

Y para finalizar aviso, porque todo aquel que ha jugado con nuestro sevillismo ha salido ardiendo, achicharrado de no poder hundir un sentimiento, una debilidad que nos hace humanos pero que nos convierte en fanáticos de lo nuestro, en ultras de nuestra herencia, en capitanes de la sangre que arde por los arrecifes del cuerpo cada vez que te vemos, eso sí que no tiene solución.


Foto EFE. Alberto Estévez. El correo de Andalucía.

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